septiembre 30, 2008

Películas de Culto *Ôdishon*


Ôdishon Takeshi Miike
(1999) 

75% del pietaje de Ôdishon (Audition), adentra al espectador en el entorno de su personaje principal. el otro 25% adentra al espectador en la desesperante y surreal pesadilla que éste comienza a experimentar.

La historia es sacada de un libro escrito por Ryu Murakami, uno de los principales nombres en la nueva ola literaria japonesa. La adaptación, de otro controvertido artista: Takeshi Miike.


Aoyama es un productor de televisión que enviuda y queda solo con su hijo adolescente. La memoria de su difunta esposa lo aleja de cualquier intento por comenzar una nueva relación, entrando cada vez más en una etapa depresiva que finalmente lo impulsa a buscar nueva pareja. Pero al parecer Aoyama es exigente a la hora de escogerla, por eso decide, junto a un amigo del canal donde trabaja, llevar a cabo un casting para una película que en realidad no existe. Así podrá tener un perfil más amplio de la personalidad de cada aspirante, además de echar un ojo y ver qué tal están.

Takeshi Miike va con calma y se toma su tiempo desarrollando los momentos del protagonista. La película va transcurriendo con pasos lentos, como si nada estuviese por suceder. Su idea es involucrarnos emocionalmente con el personaje y tratar de hacernos olvidar que lo que está por venir es un apocalipsis, pero ya va, todavía no.

Varias tipologías femeninas van desfilando frente al lente de estos productores que hacen su casting falso. Hay hasta momentos de humor light en el asunto. Entonces Aoyama da con la que cree que cumple sus requerimientos. Comienzan a salir. Cenas románticas. Momentos de mutuo conocimiento y confesiones de traumas infantiles por parte de Asami, la elegida.

Asami también eligió a Aoyama, pero como objeto de venganza en contra del mundo y la vida.
De repente, la película es otra.

De aquí en adelante comienza el 25% del pietaje restante y Miike se dedica a explorar el sadismo humano, empujando los límites de lo soportable; rehenes en condiciones no tan cómodas, cuerdas de piano lacerantes e instrumentación de tortura, entran a escena y saludan a cámara.


La proyección de Ôdishon en el Rotterdam Film Festival (2000), registró un récord de gente que abandonaba la sala. What a pussies!


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