julio 18, 2011


SAN FRANCISCO GIG REPORT
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BLONDE REDHEAD
Con THE LUYAS y BASS DRUM OF DEATH
30 de junio

Casi dos meses antes de este concierto en The Independent, hubo dos fechas en las que tocó TV On The Radio y no pude ir porque las entradas, como era de esperarse, quedaron sold out. En ese mismo momento, mientras lloriqueaba, vi en la agenda del local a Blonde Redhead, así que tomé las previsiones necesarias y compré la entrada instantáneamente. Un par de semanas después también quedaron sold out.

Con grupos de tal calibre es comprensible que se agote la disponibilidad de tickets, pero cuando te enteras que el local puede albergar a un máximo de 500 personas te das cuenta que  debes comprar el tuyo con al menos un mes de anticipación si de verdad quieres ir. Esa precaución traerá como recompensa ver a algunos de tus artistas preferidos en un local con sonido perfecto, iluminación inmejorable y ambiente privilegiado por la cercanía e intimidad. 


Para la tarde de aquel día tenía un inesperado e indeseado viaje a Sacramento por motivo de inesperadas e indeseadas diligencias relacionadas con Cadivi. Y aunque de San Francisco a la capital californiana sólo hay hora y media en tren, el reloj corría y la puntualidad estadounidense de los conciertos me hacía temer lo peor.

Sin embargo sólo me perdí a Bass Drum of Death, el primer acto. Luego se montaron los canadienses The Luyas para tocar su evocadora música de carácter totalmente indie y actitud experimental que por momentos me recordaban a Deerhoof. Se notaban algo tímidos por preceder a Blonde Redhead, "Es increíble estar abriéndoles, es como venir a verlos gratis" decía su vocalista, Jessie Stein. El público no estaba muy receptivo; en las partes calmadas de las canciones se escuchaba más a la gente hablando que al grupo. Además de eso, los aplausos tenían más dosis de educación que de emoción, algo injusto teniendo en cuenta lo interesante de la propuesta, que si bien no vino acompañada del performance más deslumbrante de la historia, merecía un mayor reconocimiento.



The Luyas at The Independent. June 30th. 2011. Photos by Mikka Skaffari. Published by The Owl Mag



Luego, a lo que vinimos; la japonesa Kazu Makino con los gemelos italianos Amedeo y Simone Pace.


Penny Sparkle esconde más de lo que viejos seguidores de Blonde Redhead han encontrado. Sólo es cuestión de tiempo hasta afinar el oído y ponerlo a tono con la nueva dirección del grupo.  Cada vez más lejos del rastro avant-garde que los caracterizó en su primera etapa -dentro de la que habían momentos de melodía y mood-, han venido relajándose con el tiempo, desligándose de la experimentación ruidosa y orientando su sonido totalmente hacia direcciones de tranquilidad, cada vez con mayor participación de sintetizadores, todo más dreamy. Así prefieras al BR ruidoso sobre el BR dreamy, debes reconocer que ambos suenan como lo que son: músicos de alto nivel haciendo música de alta factura. Y eso es lo que sonó aquella noche en The Independent



Blonde Redhead at The Independent. June 30th. 2011. Photos by Mikka Skaffari. Published by The Owl Mag

La siempre provocativa Kazu salió con una chaqueta de la que luego se iba a despojar para seguir contoneándose con más comodidad y danzar en trances que deben haber mantenido al público hipnotizado -no estoy seguro de eso, estaba hipnotizado-. Pero cuando le tocaba cantar a Amedeo, ella nos daba la espalda y se mantenía estática tocando su guitarra. Respeto y consideración japonesa.

Era de esperar que el set estuviese compuesto principalmente del BR moody, con mayor presencia de Penny Sparkle; Here Sometimes, Not Getting There, Black Guitar y la propia Penny Sparkle fueron las elegidas de su más reciente entrega. In Particular -Melody of Certain Damaged Lemons, 2000-, Falling Man -Misery is a Butterfly, 2004- Dr. Strangeluv -23, 2007-, fueron algunas de las otras que tocaron bajo una iluminación tenue, que hacía la experiencia aún más etérea.

Obviamente en el encore sonó Equus. Kazu cantaba con distintos tonos sobre la pista de su voz en la canción original, dándole doble textura y un sentido de urgencia extra. El final de la canción se convirtió en un jamming vocal donde sus gritos tomaban frecuencias dramáticas a los que la batería de Simone y la guitarra de Amedeo complementaban en una descarga que provocó la ovación final del público. Así se cerraba una actuación impecable reservada para las 500 personas que compramos nuestras entradas con suficiente anticipación. Inolvidable.


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